lunes, 28 de diciembre de 2009

Tormento II.

Pedro Polo volverá a aparecer en la obra y en la vida de Amparo... pero eso ya no os lo cuento.

Javier.

TORMENTO I.

Del capítulo XIII al XVIII se desarrolla la parte de la historia que tiene que ver con Pedro Polo, sacerdote que en el pasado tuvo una relación amorosa con la protagonista, Amparo. Vemos aquí al personaje abandonado a su tristeza, en un estado lamentable, esperando la visita salvadora de la mujer a la que ama. Las dudas que Amparo le ha provocado entre su fe y su deber como religioso y su deseo amoroso le tienen sumido en un estado de abandono en su piso en el barrio de Lavapiés (calle de la Fe). Según la mordaz Rosalía, el cura era “una fiera con hábitos”. Amparo recibe una carta de este personaje y aunque la rompe sin leerla, la joven acierta a leer las expresiones: “moribundo”, “pecado”, “olvido que asesina”; deja aquí el narrador al lector la tarea de imaginar y reconstruir el mensaje. Amparo se decide a ir a verle, pero duda, fijaos con qué intensidad lo describe el narrador:

"Mas concluida la barredura, el desasosiego de la Emperadora fue tan grande que no pudo comer con tranquilidad. A media comida levantose de la insegura silla; no podía estar en reposo; sus nervios iban a estallar como cuerdas demasiado tirantes. Levantó manteles; púsose las botas, el velo, y se dirigió a la puerta; pero desde la escalera retrocedió como asustada, y vuelta a descalzarse y a guardar el velo. Aunque estaba sola y con nadie podía hablar, la viveza de su pensamiento era tal que arrojó a la faz de la tristeza y de la penumbra reinantes en su casa estas extravagantes cláusulas: «No, no voy... Que se muera».
Mas tarde debieron de nacer nuevamente en su espíritu propósitos de salir. Cada suspiro que daba haría estremecer de compasión al que presente estuviera. Después lloraba. Era de rabia, de piedad, ¿de qué...? Acostose al fin y durmió con intranquilo sueño, entrecortado de negras, horripilantes pesadillas. Medio dormida, medio despierta, oyéronse en la angosta alcoba ayes de dolor, quejidos lastimosos, cual si la infeliz estuviese en una máquina de tormento y le quebrantaran los huesos y le atenazaran las carnes, aquella carne y aquellos huesos que componían, según Doña Nicanora, la más acabada estatua viva que produjera el cincel divino. Despierta antes del día, en su cerebro, como luz pendiente de una bóveda, estaba encendida esta palabra: «iré». Y la oscilación y el balanceo de esta palabra encendida eran así: «Debo ir; mi conciencia me dice que vaya, y mi conveniencia también para evitar mayores males. Voy como si fuera al cadalso»."

Observaremos más adelante que lo que ocurrió en el pasado con este personaje atormenta a Amparo, hasta el punto de hacerla dudar de su casamiento con Agustín Caballero.

Por lo que el narrador nos dice, han pasado cuatro meses sin que visitara Amparo la casa de Pedro Polo. Es curioso que cuando llega al piso y se encuentra una escena deprimente, lamentable:
"Amparo entró en una sala no muy grande cuyas dos ventanas daban al patio. Contenía esta pieza el mueblaje de otra que había sido mayor, y de aquí su aspecto de prendería. El polvo dominaba absolutamente todo, envolviendo en repugnante gasa los objetos. Parecía un domicilio cuyos dueños estuvieran ausentes, dejándolo encomendado al cuidado de las arañas y de los ratones. En el rincón opuesto a la puerta, detrás de una mesilla de salomónicas patas, colocada junto a la ventana, había un sillón de hule negro y roto. En el sillón estaba un hombre, más que sentado hundido en él, cubierto de la cintura abajo con una manta."

Por primera vez en la obra oímos la palabra Tormento en boca de Pedro Polo para dirigirse al personaje: “Ah, Tormento, Tormento!... ¡Abandonarme así, como a un perro; dejarme perecer en esta soledad....!” Pero no solo eso, sino que unas líneas más adelante es el propio narrador el que ya ha asimilado este nuevo nombre dado a la protagonista, hasta ahora siempre conocida como Amparo, pero ahora: “Tormento miró a todos lados con rápido y atento examen.” Este es uno de los rasgos más originales del narrador de estas obras de Galdós, el contagiarse de las situaciones y del modo de pensar y de hablar de los personajes. También podemos ver en este mismo capítulo XIII cómo este narrador se dirige al lector, le hace guiños y comentarios sobre la propia historia: “Oídle decir en tono de impaciencia:…”

No nos va a decir de manera explícita aún el narrador cuál fue el hecho que tan sumido en la miseria espiritual tiene al sacerdote y que tantas dudas y debates internos va a provocar en Amparo, aunque podemos imaginarlo e incluso saberlo si hemos leído EL DOCTOR CENTENO, lo cierto es que va a aludir al hecho el narrador de muy diversas maneras, pero nunca de manera concreta y directa: “aquellas locuras” (cap.XIII); “el gran error de mi vida” (cap.XVI); “La contestación rotundamente afirmativa tropezaba en sus labios con algo asfixiante, amargo y obstructivo que salía de su conciencia cuando menos lo pensaba.” (cap. XX); “No me puedo casar con usted… por esto, por esto y por esto” (cap.XXIII); “Si tú callas, no faltará quien hable. Si tú no se lo dices, otro se lo dirá. Si él lo sabe antes de la boda…” (cap.XXIII); “lo de marras”, “¡Refugio lo sabe!” (cap. XXVII). ¿Cuál es el antecedente al que se refieren todos esos pronombres anafóricos? Ya se ha relatado el romance en EL DOCTOR CENTENO, pero lo cierto es que en TORMENTO la duda y el misterio sobre ese secreto hacen de la historia de Amparo un drama de conciencia que se convierte en su propio TORMENTO. La felicidad que le ofrece su matrimonio con el enriquecido y honesto Agustín Caballero (personaje íntegro y sincero entre tanta envidia, hipocresía y falsedad) no la puede gozar plenamente por culpa de ese error pasado que tanto la atormenta.

El capítulo XIV es impresionante de comienzo a fin, indicador de la maestría narrativa de Galdós. Realiza el narrador en una analepsis o salto hacia atrás en el tiempo narrativo una pintura del pasado de Pedro Polo, con su caída en desgracia.

En el capítulo XVI Amparo se va de casa del cura y a sí mismo se dice “Ya no me llamo Tormento, ya recobro mi nombre […] no le veré más…” Importante cierre del personaje con su pasado reciente, reafirmación de su identidad como Amparo, mujer nueva liberada ya de sus tormentos, aunque luego veremos que esto no es del todo así. Curioso es también el hecho de que Amparo ayude a cubrir sus deudas al cura con dinero que a su vez a ella le ha dado Agustín, ese dinero hila o une el pasado (Pedro Polo) con su presente (Agustín), los dos hombres en torno a los que se configura toda la historia de Amaparo.

Es emocionante ver en el capítulo XVII a Pedro Polo insatisfecho consigo mismo, con su vida, buscando en la ensoñación y las fantasías ser otro distinto al que es: “Sepultado en el sillón, las manos cruzadas en la frente formando como una visera sobre los ojos, éstos cerrados, se dejaba ir… de la idea a la ilusión, de la ilusión a la alucinación… Ya no era el desdichado señor, enfermo y triste, sino otro de muy diferente aspecto, aunque en sustancial el mismo. Iba a caballo, tenía barbas en el rostro, en la mano espada…” Galdós siempre tratará con humanidad y ternura a todos sus personajes, siempre complejos, nunca buenos o malos sin más; siempre con debilidades, conflictos, recovecos, motivaciones ocultas, arranques de generosidad y de egoísmo y maldad…

En el capítulo XVIII se cierra este ciclo de Pedro Polo con la solución que a su conflicto le da su amigo el Padre Nones: irse muy lejos, a Filipinas. Destaca un rasgo muy original, las acotaciones que se van dando al discurso de Nones. Se cierra aquí lo que yo considero núcleo central de la historia, que además supone el cierre de una historia que comienza en la novela anterior, EL DOCTOR CENTENO. A partir de ahora es Amparo la que deberá ir resolviendo sus dudas y temores, liquidando sus cuentas con un pasado que ya se aleja.

En los próximos textos hablaré del narrador y de la sociedad a la que este retrata y critica.

Javier.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Para empezar.

Por la minuciosa descripción de los ambientes y los personajes; por los comentarios irónicos y humorísticos del narrador; por la sabia disposición y gestión del material narrativo; por cómo va poco a poco presentando los acontecimientos, desvelando los enigmas, las intrigas; por las relaciones entre los personajes, complejas, paradójicas, intensas; por la indagación en sus sicologías e interioridades, los motivos profundos que les llevan a actuar de esta o de otra manera; por la crítica implícita a la clase media de la época, con sus relaciones viciadas por el deseo de aparentar lo que no son y lo que no tienen, construidas sobre la mentira, la envidia, la hipocresía, la inautenticidad; por la nobleza, humanidad y ternura con la que trata a los personajes, aun a los más negativos y duramente caracterizados; por la frescura y realismo de los diálogos, de la manera de hablar de los personajes... Por tantos motivos es TORMENTO una novela que demuestra la maestría de Galdós.

Iré poco a poco comentando curiosidades para que podáis ir elaborando vuestra valoración crítica.

Javier.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Comentario.

Aquí dejo el poema que hay que comentar para el miércoles. Es especialmente necesario que los que se tienen que examinar de literatura antes de las vacaciones le dediquen tiempo y lo hagan bien. Como siempre, enunciáis el tema, describís la estructura y comentáis los rasgos lingüísticos y estilísticos más destacables.
Es un poema de José Hierro, poeta madrileño que nació en 1922 y murió en el 2002. Pertenece el poema a su obra ALEGRÍA, escrito en 1947. Una curiosidad: este poeta vino a nuestro instituto a inaugurar un curso académico. De su obra ya hablaremos en clase, de momento a ver qué me decís de este poema.

Fe de vida

Sé que el invierno está aquí,
detrás de esa puerta. Sé
que si ahora saliese fuera
lo hallaría todo muerto,
luchando por renacer.
Sé que si busco una rama
no la encontraré.
Sé que si busco una mano
que me salve del olvido
no la encontraré
Sé que si busco al que fui
no lo encontraré.

Pero estoy aquí. Me muevo,
vivo. Me llamo José
Hierro. Alegría. (Alegría
que está caída a mis pies.)
Nada en orden. Todo roto,
a punto de ya no ser.

Pero toco la alegría,
porque aunque todo esté muerto
yo aún estoy vivo y lo sé.
(Alegría, 1947)