martes, 23 de noviembre de 2010

Instituto.

Como ya sois mayores me preguntáis que qué tal va el instituto, y lo escribís así, con todas las letras, ya no decís "tuto". Curiosa esta etapa de los cambios, cuando uno sale del instituto ya parece otro bien distinto, seguro que ahora escucháis con silencios que se tocan a vuestros profesores y tomáis muchos apuntes y hasta estudiáis algo. Todo dicho, sea esto remarcado, con mucho cariño. El caso es que me voy encontrando con muchos de vosotros en Moncloa, en las calles, en los bares... y os veo distintos, más felices, plenos, satisfechos, me saludáis con entusiasmo y comenzáis un atropellado monólogo sobre las maravillas universitarias... todos os encargáis de recalcar que ya no hay que estudiar cosas que a uno le desagradan, como la lengua. Sin duda algo estaremos haciendo mal para que salir del instituto sea para vosotros como soltar un pesado lastre que os torturaba. Ahora bien, también os digo una cosa (así, como si siguiéramos en clase, con un vaso de café -único consuelo que me queda- en la mano) los primeros momentos son los más sencillos, pero el entusiasmo inicial no es eterno, como ocurre en el amor, sin ir más lejos, y vendrán los días de tedio y sacrificios que parece que nunca se van a acabar. Es entonces cuando tenéis que seguir encontrando dentro de vosotros mismos la fuerza y optimismo necesarios para no ir cayendo como caen por estas fechas las hojas de los árboles (símil muy original). Yo he buscado siempre esa fuerza en litros de café y toneladas de poesía, cada uno que la encuentre donde quiera o pueda. Parezco un jesuita, abucheadme.
¿El "tuto"? Bien, distinto, la atmósfera llena de recuerdos, nuestra antigua morada ahí, en la lejanía, llena de caras nuevas y extrañas. Se os echa de menos cada segundo, pero poco a poco mis nuevos alumnos de Primero se van ganando mi respeto y confianza, voy consiguiendo con ellos ese clima que me gusta conseguir en el aula, de buen humor, compromiso, confianza y complicidad: ya sabéis, que haya un "ellos" ahí fuera, frente a "nosotros", sufra en el mundo quien quiera. Le hemos dado a aquello de "Nuestras vidas son los ríos/que van a dar a la mar..."
Ahora andamos enfrascados con todo aquellos de que las palabras se relacionan y "trigo, centeno y cebada" son casi hermanas, con su padre el "cereal"... ya sabéis. Tengo "buena gente que camina", algunos brillantes, pero para variar soy el único que así lo cree, los demás, con su letanía, aquella de que las generaciones de ahora ya no son como las de antes, bla, bla, bla.
Ahora viene la típica época de diciembre en la que cojo un berrinche y empiezo a mandar leer cosas tristes, siempre me ocurre en ese mes, y se acerca la Navidad con todo el drama que ello supone para los que renegamos de toda tradición y formalidad. Espero que alguno se pase el 23 por la que fue y es su casa (qué solemne esto, digno de discurso de graduación) y así pueda ver las grandes jornadas lúdico-festivas que estoy organizando, jurjur. Y escribidme algo, hombre, para curar un poco esta maldita nostalgia que hay días que hasta duele.
Muchos abrazos, gente del D. Seguid entusiasmados con la vida; yo, a pesar de los bajones y los "malos mestureros", sigo adelante. Mañana un café muy cargado a vuestra salud.

Javier.